Historia de Toledo

Monasterio de San Juan de los Reyes, Toledo

A pesar de opiniones confrontadas, y leyendas diversas, la mayoría de historiadores coinciden en adjudicar a los celtas como los primeros pobladores de Toledo. Más tarde fue fundada la ciudad de “Toletum”, de origen romano, bajo las órdenes del general Marco Fulvio Nobilior.

En el año 418 Toledo terminó siendo territorio visigodo, no obstante, y durante décadas precedentes, estuvo ocupada por bárbaros y alanos respectivamente.

La etapa de dominación visigoda se extendió a los siglos VI al VIII. Durante ese periodo de su historia, Toledo fue capital del reino y adquiere especial relevancia, especialmente en lo religioso,  siendo sede del Obispado y de los concilios del Estado.

De hecho, en Toledo se celebró el Tercer Concilio, en el que el rey visigodo Recaredo se convirtió al catolicismo.

En el siglo VII, además, es destacable el hecho de que durante el reinado del rey Wamba (672 a 680) se produce el amurallamiento de la ciudad.

Mezquita Bab Al Mardum según Pérez de Villaamil, 1842

Sobre el 711 “Toletum” pasó a denominarse “Tulaytulah”, con motivo de la dominación árabe del territorio peninsular, aunque no fue hasta el siglo siguiente, año 807, que dicho pueblo ocupó enteramente la ciudad. De esta época es conocida la “Jornada del Foso”, desafortunado incidente en el que, con motivo del sometimiento a la población, y su consecuente rebeldía, se produjo una matanza masiva de ciudadanos, cuentan que más de cinco mil, y sus cuerpos fueron arrojados a un profundo hoyo.

Tras la dominación árabe llega, en el año 1085, la cruzada a favor de la dominación de Toledo por parte del rey Alfonso VI, que encabezó la reconquista de la civilización cristiana. A pesar de que muchos historiadores confirman que, a partir de este momento, la convivencia entre las distintas culturas y religiones, fue absolutamente pacífica y tolerante, otros tantos se afanan en afirmar que no fue así, y que se produjeron muchas revueltas.

Con la llegada de Alfonso X de Castilla, apodado “El Sabio”, la ciudad adquiere un cariz cultural y académico, y los orígenes de la misma pueden ir conociéndose con mayor exactitud gracias a las traducciones, lo que provoca que se llegue a un redescubrir del pensamiento heleno.

En el siglo XIV, el Tribunal de la Santa Inquisición se encarga de poner fin a cualquier tipo de convivencia tolerante y respetuosa con el pueblo judío, y en pos de su conversión al cristianismo ponía en marcha crueles métodos de castigo a todo aquel que se negara a tal sometimiento. Estas herejías continuaron hasta que definitivamente, en 1492, durante el período de reinado de los Reyes Católicos, se ordena la expulsión de todo el pueblo judío. Los que no fueron desterrados quedaron recluidos en la judería, o barrio judío, a cambio del pago de abusivos impuestos.

Toledo comienza una época de esplendor cuando la corte se instala en la ciudad, y pasa a convertirse en capital del Imperio, hasta que Felipe II decide que en Madrid se establezca la capital de la Corte, lo que ocasiona que Toledo fuera en decadencia, perdiendo todo privilegio.

Acueducto romano en Toledo

Una enorme crisis social, política y económica asola la ciudad. A las devastadoras epidemias se le unieron el descenso de la producción industrial, y muchas propiedades de los nobles pasaron a manos del clero.

Con el poderoso movimiento cultural de La Ilustración la ciudad pareció recobrar un nivel de enriquecimiento gracias al desarrollo del Comercio hasta que tan solo un siglo después, en el XVIII, y con motivo de las guerras de Sucesión e Independencia, respectivamente, Toledo volvió a quedar sumida en un caos de pobreza  y devastación.

Con el ferrocarril y la creación de los sistemas de distribución de aguas Toledo empieza un periodo de fuerte y sólida recuperación. El más destacable repunte económico y social se produce tras la guerra civil, en 1939, cuando su población se extiende más allá del recinto amurallado y consigue la capitalización de la región de Castilla-La Mancha.

En 1986 Toledo es nombrada, por la UNESCO, Ciudad Patrimonio de la Humanidad y a día de hoy es una ciudad competitiva en servicios con cualquier otra capital de España, con el atractivo añadido de la perfecta conservación de su patrimonio, que refleja fielmente el paso de las diferentes culturas y la universalidad de cada uno de sus rincones.