El ocio en Pamplona

Parque de la taconera, Pamplona

Pamplona es considerada “ciudad verde”, debido a la cantidad de parques con los que cuenta en su haber, y que sin duda constituyen un gran atractivo si buscamos un lugar de relax. Además de los que pertenecen al interior y el perímetro de la Ciudadela, debemos visitar de forma ineludible el parque de La Taconera (imagen superior), el más antiguo de toda la ciudad (según los documentos de la época, se remonta al año 1719). De estilo francés, posee en su interior un zoo en miniatura, donde tendremos la oportunidad de contemplar ciervos, ardillas, faisanes o cisnes, entre otras especies. Si continuamos desde allí nuestro camino en dirección al Arga nos encontraremos con el parque de Larraina, una prolongación de La Taconera que ofrece privilegiadas vistas al río. Cerca de éste se encuentra el parque de Antoniutti, con pistas de skate y patinaje.

Un parque bastante curioso, diferente a los demás, es el de Yamaguchi. Está elaborado con motivos orientales y conmemora el hermanamiento de Pamplona con la ciudad japonesa del mismo nombre, que tuvo lugar en 1980. En él encontramos también el Planetario.

Parque de la media luna, Pamplona

El Parque de la Media Luna se encuentra en el mismo corazón de Pamplona, y está construido en la forma que su nombre indica. Tiene una gran secuoya que merece la pena visitar. Por su disposición y su trazado, así como su mirador sobre el río Arga, es ideal para paseos románticos.

Si queremos disfrutar de una vista panorámica de toda la ciudad (algo que merece la pena, sin duda), lo mejor es encaminarnos hacia el Monte de San Cristóbal. Podemos subir sin dificultad por un sendero preparado para ello hasta lo alto de sus 860 metros. Además de poder obtener magníficas fotos, también podemos visitar el fuerte que se conserva en la cumbre.

Después de relajarnos con estas visitas naturales, echemos un vistazo a las ofertas de ocio comunes a cualquier ciudad. Tenemos salas de cine habituales, como las Olite, las Saide o las Golem, distribuidas en diferentes puntos de la ciudad; pero también otras propuestas menos comunes a lo largo del año, como la que nos ofrece el Centro Cultural y de Ocio de Caja Navarra en su Auditorio Civican durante el verano: la proyección de películas de cine mudo con música en vivo. Una estupenda manera de revivir una costumbre perdida en el tiempo.

En cuanto al Teatro, la sala más importante de la ciudad, que hay que visitar de forma ineludible, es el Teatro Gayarre. Su historia se remonta a 1841, cuando se abrió como sustituto del tradicional Patio de Comedias. En aquel entonces se le conocía como Teatro Central; cambió su nombre y adoptó el de Gayarre a partir de 1903. En 1931, como consecuencia del imparable crecimiento de Pamplona, fue derribado y trasladado a su emplazamiento actual, en la Avenida Carlos III.

Un detalle curioso que merece la pena reseñar en este punto: Pamplona es uno de los más importantes exportadores de telones para teatros y cortinas para escenarios de nuestro país. Una labor artesanal que se remonta a siglos atrás y que se mantiene hoy en día con cariño y esmero.

frontón

El frontón es un deporte poco extendido en la mayor parte de España, pero que en el norte despierta una gran afición. Podemos conocerlo un poco mejor asistiendo a un partido en el estadio de El Labrit, que fue sede del Campeonato del Mundo en 2002.

No podemos cerrar un capítulo dedicado al ocio sin mencionar al menos la fiesta más popular, aquella que ejerce como reclamo para una inmensa mayoría de los turistas: los Sanfermines. Pocas personas hay, en el mundo entero, que no hayan escuchado hablar de esta fiesta; que no hayan contemplado nunca a los mozos corriendo frente a los toros, o visto alguna vez el tradicional “chupinazo” que les da inicio el 6 de julio. En lugar de extendernos en describir los pormenores de la tradición, algo que puede resultar repetitivo, echemos una mirada al origen de la misma. ¿Quién fue San Fermín?

Encierros de San Fermín

Según nos cuenta la historia (y la leyenda), Fermín fue hijo de un senador romano, de nombre Firmus. En el siglo III después de Cristo decidió abrazar la fe cristiana, contando para ello con dos padrinos ilustres: San Honestus, que le ayudó en su conversión, y San Saturnino, que lo bautizó. Marchó a Toulouse, Francia, donde se ordenó sacerdote, y fue muerto años después, decapitado en Amiens, mientras predicaba el Evangelio. Ya en el siglo XII, algunas reliquias del mártir fueron devueltas a Pamplona. Se instauró en la ciudad una fiesta anual para conmemorar el momento. Tiempo después se añadieron a ella las carreras frente a los toros para honrar no sólo a San Fermín, sino también a su maestro San Saturnino, a quien martirizaron atándolo por los pies a uno de estos animales y dejando que lo arrastrara por el suelo hasta morir.