Historia de Pamplona

burgos de pamplona

La ciudad de Pamplona está inevitablemente ligada al pueblo vascón. Por su posición, era un enclave estratégico para el comercio y para el tránsito de numerosos pueblos de raíz indoeuropea.

Su nombre actual deriva de la época romana: el general Cneo Pompeyo, entre el 74 y el 75 antes de Cristo, emplazó en la zona su campamento de invierno; ello originó el nombre de Pompeiopolis, de donde evolucionó hasta el actual. Algún tiempo más tarde, la ciudad creció en importancia hasta convertirse en una zona de unión entre la Península Ibérica y la Galia.

Tras la caída del Imperio Romano, fueron los visigodos quienes se disputaron la hegemonía en el territorio. La llegada de los musulmanes, en el 711, terminaría con sus aspiraciones, como en tantas otras zonas de la Península. En esta época, Pamplona fue escenario de los conflictos entre árabes y francos. La situación terminará en el 778 con la llegada de Carlomagno, que destruye las murallas de la ciudad y la sitúa como un enclave necesario en sus planes para construir una zona fuerte a lo largo del Valle del Ebro. Sin embargo, la derrota del caudillo en Roncesvalles frustrará esta intención y le obligará a abandonar el territorio.

Tras todas estas oleadas, propias de la época, a finales del siglo IX Pamplona alcanzará un equilibrio dentro de la monarquía del mundo cristiano. El resultado será el llamado Reino de Pamplona, llamado así hasta 1164, en el que la región entera adoptará el nombre de Reino de Navarra y la ciudad que nos ocupa pasará a considerarse su capital.

Pamplona, como urbe medieval, contaba con tres zonas principales y diferenciadas:

  • El barrio de la Navarrería, en el que vivían los pobladores vascones autóctonos
  • El burgo de San Cernín, en el que se establecieron los inmigrantes franceses
  • El burgo de San Nicolás, en la que se encontraban mezclados tanto francos como vascones

muralla vuelta castillo

Esta división era, a todas luces, sentida de forma muy profunda por el propio pueblo; el hecho de que cada barrio contase con su propia muralla le otorgaba la entidad de una pequeña ciudad, con su autonomía e independencia. A causa de ello se originaron numerosos conflictos violentos entre sus habitantes, de los que se recuerda especialmente el acaecido en 1276 a cargo de las tropas francas.

No será hasta el siglo XIV cuando el rey Carlos III El Noble promulgará el Privilegio de la Unión, agrupando los tres sectores y terminando con la situación de enfrentamiento. Ya en el siglo XVI, el Reino de Navarra se anexiona a la Corona de Castilla. Pamplona adquiere preeminencia como emplazamiento militar, fundamentalmente defensivo. Su fortificación se mejora considerablemente.

En los siglos posteriores, las revoluciones y ocupaciones a las que se vio sometida la Península dejaron huella en la ciudad indeleble: la ocupación de los franceses, a principios del XIX, y las Guerras Carlistas, entre 1833 y 1877, entre otros. El fin de Navarra como reino llegó durante la época de Isabel II, a finales del mencionado siglo.

La ciudad de Pamplona conoció, a partir de ese momento, un importante desarrollo industrial, urbanístico y cultural, que se extendió de forma imparable hasta el mismo siglo XX. En la actualidad, esta evolución la ha convertido en uno de los enclaves principales del norte de España y sin duda un destino ineludible para todo viajero.